miércoles, 9 de abril de 2014

Una traducción propia de un poema de Rupert Brooke




La Vieja Vicaría, Grantchester
            (Café des Westens, Berlín, mayo de 1912)

Justo ahora estarán en flor las lilas
Frente a mi pequeña habitación;
Y en mis macizos de flores, supongo,
Sonreirán la fucsia y el clavel;
Y abajo en las lindes del camino
Florecen, bien lo sé, la malva y la amapola...
Oh, allí los castaños, en verano,
Junto al río, construyen para uno
Un túnel de verde penumbra, y sobre nosotros
Profundamente duermen ellos; verde y profunda
Se desliza misteriosa la corriente contigua,
Verde como un sueño, profunda como la muerte.
¡Maldita sea! ¡Ya lo sé! Y sé también
lo dorados que están en mayo los campos,
y cuando el día es dulce y joven,
cómo doran de gloria el pie desnudo
que corre para bañarse...
                                                      Du lieber Gott!
           
            Y aquí estoy yo, sudando, enfermo, acalorado,
            Y allí las frescas aguas en penumbra
            Se aúpan y se abrazan a la carne desnuda.
            Judíos alemanes temperamentvoll
            Beben cerveza por aquí... y allí el rocío
            Es dulce en la dorada mañana.
            Aquí los tulipanes florecen como se les ordena:
Descuidada, en aquellos setos florece
Una rosa inglesa no oficial;
Allí un sol sin normativas
Baja a descansar cuando termina el día,
Y despierta a una vaga estrella impuntual,
Una Hesperia en zapatillas… y hay también
Prados hacia Haslingfield y Coton
Donde das Betreten no está verboten.

Eithe genoimen... ¡si pudiera estar
en Grantchester, en Grantchester!...
Algunos, es posible, pueden ponerse allí en contacto
Con la Naturaleza, o con la Tierra, o algo así.
Hombres listos y modernos han podido ver
Faunos espiando entre las hojas,
Y han sentido que los clásicos no han muerto
Al entrever la cabeza de junco de una náyade
O al escuchar la suave flauta de los pies de cabra...
Pero ésas son cosas que yo desconozco.
Tan solo sé que puedes pasarte tumbado
El día entero mirando el cielo de Cambridge,
Y arrullado por las flores en la hierba soñolienta,
Escuchar el fresco espacio de las horas pasar,
Hasta que los siglos se mezclan y confunden
En Grantchester, en Grantchester...
Aún en las frescas aguas aurorales
Del estanque, nada su fantasmal señoría,
Y ensaya las zambullidas y brazadas, hace tiempo
Aprendidas en Estigia o Helesponto.
Dan Chaucer oye aún a su río
Parlotear junto a un molino fantasmal.
Tennyson anota, con mirada de estudioso,
Cómo las aguas de Cambridge se apresuran...
Y en aquel jardín en blanco y negro,
Toda la noche se arrastran entre el césped los susurros;
Y espectrales danzan, hasta la aurora,
Cien vicarios en los prados;
Coadjutores, ya cenizas, van y vienen
Con pie sin huella, clerical y grácil;
Y a menudo entre las ramas puede verse
La astuta sombra del deán rural...
Hasta que el cielo se estremece,
Y se esfuma con satánicos chillidos
La remilgada desbandada eclesiástica
Sin dejar más que un durmiente estremecido,
Cielos grises, el piar adormilado de los pájaros,
La casa en ruinas que jamás se viene abajo.

¡Dios! ¡Voy a hacer la maleta, a coger un tren,
y a plantarme otra vez en Inglaterra!
Porque sé que Inglaterra es la única tierra
Adonde van los hombres de espléndidos corazones,
Y el condado de Cambridge, de toda Inglaterra,
El condado de los hombres que comprenden;
Y de ese distrito yo prefiero
La bella aldea de Grantchester.
Porque la gente de Cambridge apenas sonríe,
Pues son de ciudad, bajitos y astutos;
Y los de Royston, lejos al Sur,
Son oscuros y fieros, de bocas extrañas;
Y en Over maldiciones te lanzan,
Y algo peor que maldiciones en Trumpington,
Y las chicas de Ditton son vulgares y sucias,
Y las gentes de Shelford y alrededores
Tienen el gesto torcido y el corazón retorcido,
Y los hombres de Barton hacen rimas soeces,
Y en Coton abundan los crímenes nefandos,
Y se hacen cosas que nunca creerías
En Madingley, en Nochebuena.
Hombres fornidos han corrido millas
Al ver sonreír a alguno de Cherry Hinton;

Hombres fornidos se han quedado blancos,
Y le han pegado un tiro a sus mujeres,
Antes que dejar que fueran a Saint Ives;
Hombres fornidos han llorado como niños, vaya,
Al escuchar lo que ocurrió en Babrahan.
Pero Grantchester... ¡oh, Grantchester!
Hay santa quietud y paz allí,
Grandes nubes en cielos pacíficos,
Hombres y mujeres de mirada honesta,
Ágiles niños más hermosos que un sueño,
Un bosque frondoso, un río dormido,
Y pequeños vientos agradables que se arrastran,
Soñolientos, en torno a las esquinas del crepúsculo.
En Grantchester tienen pálida la piel;
Se bañan por el día y se bañan por la noche;
Las mujeres hacen lo que deben;
Los hombres observan las leyes de la razón.
Aman el bien, rinden culto a la verdad;
Cuando son jóvenes se ríen a carcajadas;
(Y cuando ya se sienten viejos,
Cogen y se pegan un tiro, me han dicho)...
      ¡Oh, Dios! ¡ver agitarse las ramas
Ante la luna en Grantchester!
Aspirar el dulce, emocionante, pútrido,
Inolvidable, nunca olvidado
Olor del río, y escuchar a la brisa
Durmiendo en los árboles pequeños.
Dime, ¿son aún los grandes olmos
Guardianes de esa tierra consagrada?
¿Dan sombra los castaños, en su sueño venerable,
al río todavía no académico?
¿Es la aurora una tímida y fría, secreta
 Anadiómena de plata y oro?
¿Y es el ocaso aún un mar dorado
desde Haslingfield a Madingley?
Y después, antes que nazca la noche,
¿Salen las liebres aún a los trigales?
Ah, ¿y es el agua dulce y fresca,
Marrón y suave, arriba en el estanque?
¿Y sigue riendo el río inmortal
Bajo la aceña, bajo la aceña?...
Dime, ¿puede hallarse allí la belleza todavía?
¿Y la certeza? ¿Y la amable quietud?
¿Y los profundos prados, para olvidar
Las mentiras, las verdades, el dolor? ¡Ah! ¿y aún
Marca el reloj de la iglesia las tres menos diez?
¿Y hay todavía miel para tomar el té?


                                    RUPERT BROOKE



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