La Vieja Vicaría, Grantchester
(Café des Westens,
Berlín, mayo de 1912)
Justo ahora estarán
en flor las lilas
Frente a mi pequeña
habitación;
Y en mis macizos de
flores, supongo,
Sonreirán la fucsia
y el clavel;
Y abajo en las
lindes del camino
Florecen, bien lo
sé, la malva y la amapola...
Oh, allí los
castaños, en verano,
Junto al río,
construyen para uno
Un túnel de verde
penumbra, y sobre nosotros
Profundamente
duermen ellos; verde y profunda
Se desliza
misteriosa la corriente contigua,
Verde como un
sueño, profunda como la muerte.
¡Maldita
sea! ¡Ya lo sé! Y sé también
lo dorados que
están en mayo los campos,
y cuando el día es
dulce y joven,
cómo doran de
gloria el pie desnudo
que corre para
bañarse...
Du
lieber Gott!
Y aquí estoy
yo, sudando, enfermo, acalorado,
Y
allí las frescas aguas en penumbra
Se
aúpan y se abrazan a la carne desnuda.
Judíos
alemanes temperamentvoll
Beben
cerveza por aquí... y allí el rocío
Es
dulce en la dorada mañana.
Aquí
los tulipanes florecen como se les ordena:
Descuidada, en
aquellos setos florece
Una rosa inglesa no
oficial;
Allí un sol sin
normativas
Baja a descansar
cuando termina el día,
Y despierta a una
vaga estrella impuntual,
Una Hesperia en
zapatillas… y hay también
Prados hacia
Haslingfield y Coton
Donde das
Betreten no está verboten.
Eithe genoimen... ¡si pudiera estar
en Grantchester, en
Grantchester!...
Algunos, es
posible, pueden ponerse allí en contacto
Con la Naturaleza,
o con la Tierra, o algo así.
Hombres listos y
modernos han podido ver
Faunos espiando
entre las hojas,
Y han sentido que
los clásicos no han muerto
Al entrever la
cabeza de junco de una náyade
O al escuchar la
suave flauta de los pies de cabra...
Pero ésas son cosas
que yo desconozco.
Tan solo sé que
puedes pasarte tumbado
El día entero
mirando el cielo de Cambridge,
Y arrullado por las
flores en la hierba soñolienta,
Escuchar el fresco
espacio de las horas pasar,
Hasta que los
siglos se mezclan y confunden
En Grantchester, en
Grantchester...
Aún en las frescas
aguas aurorales
Del estanque, nada
su fantasmal señoría,
Y ensaya las
zambullidas y brazadas, hace tiempo
Aprendidas en
Estigia o Helesponto.
Dan Chaucer oye aún
a su río
Parlotear junto a
un molino fantasmal.
Tennyson anota, con
mirada de estudioso,
Cómo las aguas de
Cambridge se apresuran...
Y en aquel jardín
en blanco y negro,
Toda la noche se
arrastran entre el césped los susurros;
Y espectrales
danzan, hasta la aurora,
Cien vicarios en
los prados;
Coadjutores, ya
cenizas, van y vienen
Con pie sin huella,
clerical y grácil;
Y a menudo entre
las ramas puede verse
La astuta sombra
del deán rural...
Hasta que el cielo
se estremece,
Y se esfuma con
satánicos chillidos
La remilgada
desbandada eclesiástica
Sin dejar más que
un durmiente estremecido,
Cielos grises, el
piar adormilado de los pájaros,
La casa en ruinas
que jamás se viene abajo.
¡Dios! ¡Voy a hacer
la maleta, a coger un tren,
y a plantarme otra
vez en Inglaterra!
Porque sé que
Inglaterra es la única tierra
Adonde van los
hombres de espléndidos corazones,
Y el condado de
Cambridge, de toda Inglaterra,
El condado de los
hombres que comprenden;
Y de ese distrito
yo prefiero
La bella aldea de
Grantchester.
Porque la gente de
Cambridge apenas sonríe,
Pues son de ciudad,
bajitos y astutos;
Y los de Royston,
lejos al Sur,
Son oscuros y
fieros, de bocas extrañas;
Y en Over
maldiciones te lanzan,
Y algo peor que
maldiciones en Trumpington,
Y las chicas de
Ditton son vulgares y sucias,
Y las gentes de
Shelford y alrededores
Tienen el gesto
torcido y el corazón retorcido,
Y los hombres de
Barton hacen rimas soeces,
Y en Coton abundan
los crímenes nefandos,
Y se hacen cosas
que nunca creerías
En Madingley, en
Nochebuena.
Hombres fornidos
han corrido millas
Al ver sonreír a
alguno de Cherry Hinton;
Hombres fornidos se
han quedado blancos,
Y le han pegado un
tiro a sus mujeres,
Antes que dejar que
fueran a Saint Ives;
Hombres fornidos
han llorado como niños, vaya,
Al escuchar lo que
ocurrió en Babrahan.
Pero
Grantchester... ¡oh, Grantchester!
Hay santa quietud y
paz allí,
Grandes nubes en
cielos pacíficos,
Hombres y mujeres
de mirada honesta,
Ágiles niños más
hermosos que un sueño,
Un bosque frondoso,
un río dormido,
Y pequeños vientos
agradables que se arrastran,
Soñolientos, en
torno a las esquinas del crepúsculo.
En Grantchester
tienen pálida la piel;
Se bañan por el día
y se bañan por la noche;
Las mujeres hacen
lo que deben;
Los hombres
observan las leyes de la razón.
Aman el bien,
rinden culto a la verdad;
Cuando son jóvenes
se ríen a carcajadas;
(Y cuando ya se
sienten viejos,
Cogen y se pegan un
tiro, me han dicho)...
¡Oh, Dios! ¡ver agitarse las ramas
Ante la luna en
Grantchester!
Aspirar el dulce,
emocionante, pútrido,
Inolvidable, nunca
olvidado
Olor del río, y
escuchar a la brisa
Durmiendo en los
árboles pequeños.
Dime, ¿son aún los
grandes olmos
Guardianes de esa
tierra consagrada?
¿Dan sombra los
castaños, en su sueño venerable,
al río todavía no
académico?
¿Es la aurora una
tímida y fría, secreta
Anadiómena de plata y oro?
¿Y es el ocaso aún
un mar dorado
desde
Haslingfield a Madingley?
Y después, antes que nazca la noche,
¿Salen las liebres aún a los trigales?
Ah, ¿y es el agua dulce y fresca,
Marrón y suave, arriba en el estanque?
¿Y sigue riendo el río inmortal
Bajo la aceña, bajo la aceña?...
Dime, ¿puede hallarse allí la belleza todavía?
¿Y la certeza? ¿Y la amable quietud?
¿Y los profundos prados, para olvidar
Las mentiras, las verdades, el dolor? ¡Ah! ¿y aún
Marca el reloj de la iglesia las tres menos diez?
¿Y hay todavía miel para tomar el té?
RUPERT BROOKE
RUPERT BROOKE
Muy buena traducción, ¡enhorabuena!
ResponderEliminarGracias, Thays. Un abrazo.
Eliminar